Apenas come y bebe agua salada. Tiene 77 años. (en
Pasa mas tiempo en el mar que fuera.
Trabaja como practico , pero lo hace sin barco ....lo hace nadando, brazada a brazada a razon de 12 km. diarios
Hace más de 50 años que no se lava ni se baña, salvo en el mar, claro.
Hace más de 50 años que no se lava ni se baña, salvo en el mar, claro.
No solo guia barcos , tambien es salvavidas humano. (habra salvado ya un centenar de personas en naufragios y tormentas
Al Noreste de Brasil se encuentra Atalaia, una hermosísima playa del puerto de Aracaju, la capital del Estado de Sergipe.
La
gente disfruta de los últimos rayos de sol sentada en la terrazas y
tomando unas heladísimas cervezas, algunos otros ya han empezado a cenar
y saborean suculentas langostas de pata larga mientras otros más bailan
improvisados pasos de lambada. Nadie se baña ya; en esta época del año
las corrientes marinas son muy peligrosas y dicen que al anochecer
merodean los tiburones.
De pronto, un abuelo surge de la línea de rompientes como si fuera James Bond, sale corriendo del agua, pasa por delante de los atónitos comedores de langosta y toma un autobús con dirección al centro.
De pronto, un abuelo surge de la línea de rompientes como si fuera James Bond, sale corriendo del agua, pasa por delante de los atónitos comedores de langosta y toma un autobús con dirección al centro.
No tiene miedo a los tiburones , dice que cuando aparecen "me hago el muerto y la bestia sigue su camino"
El fantasma se llama Zé Peixe algo así como Pepe
pez y acaba de terminar su jornada laboral. José (Zé) Martins Ribeiro
siempre va descalzo, incluso en la ciudad, y un calzón le sirve como
único equipamiento de seguridad cuando abandona un buque, después de
conducirlo sano y salvo a alta mar, y volver nadando durante kilómetros y
kilómetros hasta alcanzar de nuevo la costa... Así es como afronta cada
día su trabajo.
A quienes realizan este tipo de trabajo, en Brasil se
le conoce como prácticos y José (Zé), es el mas famoso de ellos.
Por radio se entera de la llegada de un nuevo barco a Aracaju y se pone de acuerdo con el capitán de la nave en esperarlo a tal o cual hora a la altura de una boya faro, que la marina brasileña mantiene 8 millas mar adentro (unos 12 kilómetros ), frente a la playa de Atalaia. Y hacia allí es que se lanza nadando con la tranquilidad que proporciona la rutina, este increíble hombre de 74 años. Cuando por fin alcanza el meeting point, trepa al artefacto flotante, se aferra a él y espera zarandeado por el oleaje que el mercante que solicitó sus servicios aparezca por el horizonte. Claro que, en ocasiones, llega con retraso... y entonces la cosa se pone fea; al menos, se pondría fe a para cualquier mortal en su sano juicio. Porque para Zé Peixe, en esos casos, la cosa sólo se pone incómoda. "He llegado a pasar noches enteras sentado en la boya", dice con naturalidad, "pero atado a un cabo", añade, como quitando importancia a la hazaña.
Cuando sube a bordo de un buque, en medio de cascos de protección, radioteléfonos y sistemas y navegación computarizados, Zé Peixer asemeja un cangrejo en una central nuclear. Lo primero que hacen los marineros es mirarle a los pies, para comprobar la veracidad de la leyenda: él siempre va descalzo.
Por radio se entera de la llegada de un nuevo barco a Aracaju y se pone de acuerdo con el capitán de la nave en esperarlo a tal o cual hora a la altura de una boya faro, que la marina brasileña mantiene 8 millas mar adentro (unos 12 kilómetros ), frente a la playa de Atalaia. Y hacia allí es que se lanza nadando con la tranquilidad que proporciona la rutina, este increíble hombre de 74 años. Cuando por fin alcanza el meeting point, trepa al artefacto flotante, se aferra a él y espera zarandeado por el oleaje que el mercante que solicitó sus servicios aparezca por el horizonte. Claro que, en ocasiones, llega con retraso... y entonces la cosa se pone fea; al menos, se pondría fe a para cualquier mortal en su sano juicio. Porque para Zé Peixe, en esos casos, la cosa sólo se pone incómoda. "He llegado a pasar noches enteras sentado en la boya", dice con naturalidad, "pero atado a un cabo", añade, como quitando importancia a la hazaña.
Cuando sube a bordo de un buque, en medio de cascos de protección, radioteléfonos y sistemas y navegación computarizados, Zé Peixer asemeja un cangrejo en una central nuclear. Lo primero que hacen los marineros es mirarle a los pies, para comprobar la veracidad de la leyenda: él siempre va descalzo.
Pero
el momento cumbre, el espectáculo que esperan con ansiedad las
tripulaciones de todos los navíos que zarpan del puerto de Aracaju tiene
lugar en alta mar, fuera ya de los escollos y corrientes de la bocana.
Zé Peixe se encarama a la estructura de hierro a estribor del puente de
mando, a unos 15 metros del agua, y salta. Salta como un pez volador,
con los brazos extendidos hacia atrás -para mantener el equilibrio y
alejarme lo más posible del casco, al más puro estilo de los clavidistas
de Acapulco.
En el océano, más que nadar, se abre paso furiosamente a través de las olas. Se orienta casi a ciegas; pocas veces mira hacia delante, hacia la costa. Porque no tiene tiempo. "Tengo que nadar sin parar ni un instante, de lo contrario jamás llegaría a tierra." Zé Peixe avanza con la cabeza siempre fuera del agua "para que no se metan las medusas en los ojos" y a un ritmo de trepidante: unas 2,000 brazadas por kilómetro.
Cuando le arrastra una mala corriente, tiene ante sí un
maratón de 12 a 14 kilómetros. Pero eso, aunque molesta, no le desanima.
La evidente pasión por el agua de Zé Peixe viene de antiguo. Una vez, cuando tenía sólo 3 años, "me caí jugando al río Sergipe, y bueno parece que ahí me quede".
Con la marea baja- toda la ciudad apestaba a pescado- el pequeño Zé se dedicaba a recorrer las malolientes marismas recogiendo cangrejos para contribuir a la modesta economía familiar. Como niño prodigio ya era conocido por todo Sergipe a la tierna edad de 10 años: en 1937 un capitán de fragata le vio nadar por el puerto "como un animal de mares" y decidió bautizarle con el apodo de Zé Peixe. La voz se corrió y a Pepe Pez ya nunca nadie le llamó José Martins.
Y en cuanto a su costumbre de andar siempre descalzo, únicamente se permite una excepción: cuando va a misa. Los domingos pedalea en su vieja bicicleta hasta la catedral, vestido con su traje negro y las mangas de los pantalones arremangadas hasta las pantorrillas.
La evidente pasión por el agua de Zé Peixe viene de antiguo. Una vez, cuando tenía sólo 3 años, "me caí jugando al río Sergipe, y bueno parece que ahí me quede".
Con la marea baja- toda la ciudad apestaba a pescado- el pequeño Zé se dedicaba a recorrer las malolientes marismas recogiendo cangrejos para contribuir a la modesta economía familiar. Como niño prodigio ya era conocido por todo Sergipe a la tierna edad de 10 años: en 1937 un capitán de fragata le vio nadar por el puerto "como un animal de mares" y decidió bautizarle con el apodo de Zé Peixe. La voz se corrió y a Pepe Pez ya nunca nadie le llamó José Martins.
Y en cuanto a su costumbre de andar siempre descalzo, únicamente se permite una excepción: cuando va a misa. Los domingos pedalea en su vieja bicicleta hasta la catedral, vestido con su traje negro y las mangas de los pantalones arremangadas hasta las pantorrillas.
Los dichosos zapatos, que han viajado en el transportín,
sólo se los pone en el último momento, ya en las escaleras del templo.
¿Será que le molestan porque ha desarrollado membranas digitales en los
pies, como las que tienen los patos?
En cuestiones de salud, Zé Peixe no conoce problemas. Es más, está como un toro, o mejor habría que decir, como un león marino.
En cuestiones de salud, Zé Peixe no conoce problemas. Es más, está como un toro, o mejor habría que decir, como un león marino.
A sus 74 años, pesa 155 libras, ni mucho ni
poco para un hombre de su estatura. Su piel, macerada durante décadas
por el agua marina, parece como momificada: es tan dura, que ni siquiera
los mosquitos consigues atravesarla con sus molestos picotazos.
Zé Peixe sigue viviendo en la casa, encalada de blanco, donde nació, apenas una cabañita de pescadores construida hace 150 años. Sobre una pared desconchada ha fijado con chincheta fotos de antiguos veleros como los que atracaban en su Aracaju del alma cuando era pequeño.
Ze es un hombre religiosoque reza con fervor y no falta los domingos a misa.
Los únicos
muebles que posee, tres alacenas, también están llenos de recuerdos:
recortes de prensa donde se mencionan sus hazañas y cartas de
admiradores. En las fiestas patronales acompaña a los nadadores en la
tradicional travesía de la gigantesca desembocadura del río Sergipe, y
no resulta raro verle en el faro oteando con sus ojos de pájaro el
horizonte en busca de embarcaciones zozobradas.
Querido y respetado por sus vecinos se ha hecho popular en varios programas de radio ...Hasta hay yates con su nombre.
Y así es la vida de este hombre ejemplar al que cariñosamente todos por aquellos lares conocen como Zé Peixe, "Pepe Pez"...
Y así es la vida de este hombre ejemplar al que cariñosamente todos por aquellos lares conocen como Zé Peixe, "Pepe Pez"...
José Martins Ribeiro Nunes (5 January 1927 – 26 April 2012), also known as Zé Peixe or Joe Fish,
had the profession of guiding ships safely into port. What stood out
about him is that he swam to and from the ships, jumping heights of more
than 40 meters (130 ft) and swimming about 10 kilometers (6.2 mi) a
day.
José was a native from Aracaju, Brazil, where he practiced his profession from 1947.
José was a native from Aracaju, Brazil, where he practiced his profession from 1947.
Un práctico singular: José Martins Rubeiro
La revista brasileña “Embarque do Práctico” (marzo/julio de 1999) reprodujo de la alemana “Stern” el reportaje titulado “Zé Peixe” (José Pez) que por su originalidad resumimos a continuación.Sergipe es uno de los veintisiete estados o territorios en que se divide Brasil. Situado al noreste del país, su capital Aracajú con más de 300.000 habitantes, cuenta con un puerto en el Océano Atlántico que sigue manteniendo una notable actividad con no pocas dificultades en las operaciones de entrada y salida de los barcos.
Cuenta con el servicio de prácticos más modesto de Brasil, con tres profesionales, agrupados en una cooperativa. Ni siquiera disponen de una lancha que les lleve hasta los navíos que solicitan sus servicios, viéndose obligados a alquilar barcos dedicados a la pesca.
Pero el más singular de los “prácticos” es José Martins Ribeiro Nunes (1926) conocido como el “hombre pez”. Constituye toda una leyenda en aquellos parajes donde lleva más de 50 años desempeñando este oficio. A pesar de tan dilatada vida laboral no ha conseguido salir de la pobreza, al menos relativa, sintiéndose muy orgulloso sobre todo por las dos condecoracines concedidas por el salvamento de navíos en serias dificultades.
La revista Stern señala “José Martins queda por radio con uno de los grandes cargueros en encontrarse en una boya de la marina brasileña a 12 km. de la playa de Atalaia Dumpei, hasta donde acude nadando a esperar la llegada del barco. A veces tiene que aguardar toda la noche al retrasarse la arribada de la embarcación. Sube a bordo y semidesnudo ayuda al capitán, trabajando como un alucinado según Veja la conocida publicación brasileña, hasta atracar el buque en los muelles del puerto”.
Cuando los barcos abandonan Aracajú “el hombre pez” les acompaña por el canal hasta alta mar”. Un momento de gran espectación es cuando salta al agua como un pez volador con los brazos extendidos para volver nadando a una de las playas de la costa según la dirección y fuerza de las corrientes. Por esta circunstancia siempre sale de casa con unas monedas que lleva en un saquito atado a la cintura y que utiliza para pagar el medio de transporte cuando se aleja mucho de su domicilio.
Un remolcador recibe el cabo de un buque.(Foto de Javier Carballo).
José Martins “nada a unas 2.000 brazadas por kilómetro
con la cabeza sobre el agua para que las medusas no puedan alcanzar sus
ojos. No tiene miedo a los tiburones que a veces saltan a su alrededor,
considerando mucho más peligroso al cazón porque apenas
ve y ataca todo lo que se le pone delante, hasta neumáticos de
coches”.Este hombre que pesa unos 58 kg. y tiene la piel extraordinariamente endurecida, vive en una sencilla casa construida hace 150 años. En realidad es un héroe popular al que dan un trato de excelencia, aunque solo se calza para ir a misa. Es frecuente que pongan su nombre a yates, habiendo concedido numerosas entrevistas a la prensa escrita y a la televisión.
En 1.937 le vio nadar un capitán de fragata diciendo que lo hacía “como un pez de los mares” llamándosele entonces por primera vez “Ze peixe”. El capitán de Porto Vinicius manifestó que “sólo nace uno como él (refiriéndose a José Martins) cada centenas de años”.
Entrada de un buque en el puerto de Pasajes. Dos remolcadores facilitan
la operación.(Foto de Javier Carballo).
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