LA UTILIDAD DEL AYUNO
Traduccción: Teodoro C. Madrid, OAR
EXORDIO
El ayuno como ofrenda a Dios
El ayuno como ofrenda a Dios es propio de los hombres y no de los ángeles.
He sido invitado a hablaros sobre la utilidad del ayuno. También Dios
nos invita, y el tiempo mismo nos apremia. Esta práctica, esta virtud
del alma, esta pérdida de la carne y ganancia del espíritu los ángeles
no se la pueden ofrecer a Dios.
En efecto, allí en el cielo todo es
abundancia y seguridad sempiterna; y por eso no hay defecto alguno,
porque todo el amor es hacia Dios. Allí Dios es el pan de los ángeles, y
Dios se hace hombre para que el hombre coma el pan de los ángeles1.
Aquí en la tierra, todas las almas, que tienen una carne terrena,
sacian sus vientres de la tierra; allí los espíritus racionales,
gobernando a los cuerpos celestes, llenan de Dios sus mentes. Tanto aquí
como allí hay alimento, pero el alimento de aquí, cuando nutre, se
acaba, y llena el vientre de modo que él se disminuye; en cambio, el
alimento de allí, a la vez que llena, permanece igualmente entero. De
este alimento Cristo nos ha indicado que tengamos hambre, cuando dice: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados2.
PRIMERA PARTE: NATURALEZA Y NECESIDAD DEL AYUNO
Capítulo I: Hambre y hartura
Cuestión primera: ¿Qué es el ayuno y con qué espíritu se debe ayunar?
1. El hambre verdadera es la de la justicia.
Está claro que es propio de los hombres mortales tener hambre y sed de
la justicia, así como estar repletos de la justicia es propio de la otra
vida. De este pan, de este alimento, están repletos los ángeles; en
cambio, los hombres, mientras tienen hambre, se ensanchan; mientras se
ensanchan, son dilatados; mientras son dilatados, se hacen capaces; y,
hechos capaces, en su momento serán repletos. ¿Qué significa esto? ¿Que
aquí en la tierra los que tienen hambre y sed de la justicia no alcanzan
nada de eso? Lo alcanzan de lleno; pero una cosa es cuando nos ocupamos
de la refección de los caminantes; y otra cosa es cuando nos ocupamos
de la perfección de los bienaventurados. Escucha al Apóstol, que tiene
hambre y tiene sed, ciertamente en el más alto grado de la justicia que
pueda alcanzarse en esta vida, que pueda practicarse. Y ¿quién de
nosotros va a atreverse a compararse con él, y menos aún a preferirse a
él? ¿Qué es lo que dice?: No es que ya haya alcanzado el premio, o que ya sea perfecto3. Fijaos bien quien habla: un vaso de elección4,
y, por así decirlo, lo último de las fimbrias del vestido del Señor,
pero que cura el flujo de sangre a quien lo toca lleno de fe5; el último y el menor de los Apóstoles, como dice él mismo: Yo soy el menor de los Apóstoles. De nuevo:
Yo no merezco el nombre del apóstol, porque perseguí a la Iglesia de
Dios. Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y esa gracia
suya en mí no ha sido en balde; al contrario, he trabajado más que todos
ellos; no yo, es verdad, sino la gracia de Dios conmigo6.
Tú que oyes esto, crees que estás oyendo a un hombre hasta la plenitud y
perfección. Has oído lo que regüelda, escucha también lo que hambrea: No es que ya haya alcanzado el premio, o que ya sea perfecto; dice:
Hermanos, yo no pienso haberlo ya alcanzado; al contrario, una sola
cosa me interesa: olvidando lo que queda atrás, y lanzándome a lo que
está por delante, correr hacia la meta para conseguir el premio según la
llamada suprema de Dios en Cristo Jesús7.
Dice que él aún no es perfecto, porque todavía no lo ha conseguido,
todavía no ha alcanzado la meta. Dice que él se dilata; dice que él
corre hasta el premio de la llamada celestial. Él ahora está en camino,
tiene hambre, y desea hartarse; se afana, desea llegar y se inflama.
Nada para él de tanta lentitud, porque querría llegar sin tardanza, como
ser disuelto y estar con Cristo8.
Capítulo II: El alimento terreno y el alimento celestial
2. Los hombres que ayunan ocupan un lugar intermedio entre los carnales y los ángeles.
Hermanos, hay un alimento que repara la debilidad de la carne, y
también hay un alimento celestial que satisface la piedad del alma. El
alimento terreno tiene su vida propia, y también el celestial tiene la
suya. El uno sostiene la vida de los hombres, el otro la de los ángeles.
Los hombres de fe, separados cordialmente de la turba de los infieles, y
levantados hacia Dios, a quienes se dice: ¡Arriba el corazón!,
portadores de otra esperanza9, y conscientes de que son peregrinos en este mundo10,
ocupan un lugar intermedio: no hay que compararlos ni con los que no
piensan en otro bien que en gozar de las delicias terrenas11,
ni todavía con los habitantes superiores del cielo, cuyas delicias son
el Pan mismo, que ha sido su Creador. Los primeros, como hombres
inclinados a la tierra, que sólo reclaman a la carne el pasto y la
alegría, se parecen a las bestias, muy distantes de los ángeles por su
condición y costumbres: por su condición, porque son mortales; por sus
costumbres, porque son sensuales. El Apóstol queda pendiente, por así
decirlo, como intermedio entre el pueblo del cielo y el pueblo de la
tierra; él corría hacia allí, y se elevaba de aquí. Sin embargo, no
estaba todavía con los bienaventurados, porque habría dicho: Yo ya soy perfecto;
y tampoco estaba con los terrenos, perezosos, indolentes, lánguidos,
soñolientos, que piensan que no existe otra cosa sino aquello que ven y
lo que pasa, y que ellos han nacido y han de morir12; puesto que si el Apóstol fuese del número de ellos, no habría dicho: Yo corro hacia el premio de mi llamada divina13.
Por tanto, debemos reglamentar nuestros ayunos. No
es, como he dicho, una obligación de los ángeles, y menos el
cumplimiento de los que sirven a su vientre14;
es un término medio en el cual vivimos lejos de los infieles,
codiciando estar unidos a los ángeles. Todavía no hemos llegado, pero ya
estamos en camino; todavía no nos alegramos allí, pero ya suspiramos
aquí. Y según esto que nos aprovecha abstenernos un poco de los pastos y
del placer carnal, la carne nos inclina hacia la tierra; el alma tiende
hacia arriba; la arrebata el amor, pero es retardada por la gravidez
del cuerpo. De ello habla la Escritura: Porque el cuerpo, que se corrompe, apesga el alma, y la tienda terrestre abruma la mente pensativa15.
Por tanto, si la carne, inclinándose hacia la tierra, es peso del alma y
lastre que dificulta su vuelo, cuanto más uno se deleite con la vida
superior, tanto más aligera el lastre terreno de su vida. Y eso es lo
que hacemos al ayunar.
Capítulo III: Necesidad del ayuno para gobernar la carne
3. La importancia del ayuno. No vayáis a
creer que el ayuno es algo de poca importancia y superfluo. Que nadie,
al hacerlo según la costumbre de la Iglesia, piense para sí y se diga, o
escuche al tentador que sugiere internamente: ¿qué es lo que haces?16
¿Por qué ayunas? Tú defraudas a tu alma, y no le das lo que le gusta.
Tú te infliges un castigo a ti mismo, y tú mismo eres tu verdugo y
sayón. ¿Es que le puede agradar a Dios que tú te atormentes? Entonces es
cruel, porque se alegra de tus sufrimientos. Respóndele al tentador: Yo
sufro, es verdad, para que El me perdone; yo me castigo para que El me
socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura.
También la víctima es sacrificada para ponerla sobre el altar. Y no voy a
consentir que mi carne oprima a mi alma. Responde a ese malvado
consejero, esclavo del vientre, con esta comparación, y dile: Si tú
cabalgases en un jumento, si te montases en un potro que cuando te lleva
pudiese hacerte caer, ¿no le mermarías el pienso al fogoso corcel para
caminar seguro, y así domar con el hambre al que no podrías refrenar con
la brida? Mi carne es mi jumento, yo camino hacia Jerusalén, y muchas
veces me lleva precipitadamente e intenta arrojarme fuera del camino,
pues mi camino es Cristo17;
¿no voy a reprimir con el ayuno al que va encabritado? Quien conoce
esto, sabe por propia experiencia cuan útil es el ayuno. Pero ¿es que
esta carne que ahora es domada, siempre lo será? Mientras en el tiempo
flota a merced de las olas, mientras está agobiada por el lastre de la
mortalidad, tiene sus diabluras manifiestas y peligrosas para nuestra
alma. Porque la carne es todavía corruptible, y aún no ha resucitado,
puesto que no será siempre así: aún no tiene el estado propio del ser
celestial, porque todavía no somos iguales a los ángeles de Dios18.
SEGUNDA PARTE: UTILIDAD DEL AYUNO
Capítulo IV: El error maniqueo
CUESTIÓN SEGUNDA: la carne y el espíritu
4. ha carne no es enemiga del espíritu.
No vaya a pensar vuestra caridad que la carne es el enemigo del
espíritu, en el sentido de que hay un creador de la carne y otro creador
del espíritu. Porque son muchos los que lo piensan así, y desbocados
por la misma carne se han salido del camino, y han inventado un creador
para la carne, y otro creador para el espíritu Pero es que bajo el
pretexto de apostólico se sirven de un testimonio que no entienden: ha carne guerrea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne19. Esto es verdad, pero ¿por qué no te fijas también en este otro: Nadie odia jamás a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, así como Cristo a su Iglesia?20 En el primer texto citado se ve una cierta lucha entre dos enemigos, entre la carne y el espíritu, porque la carne guerrea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne. En el segundo, en cambio, se ve como una unión conyugal, porque nadie odia jamás a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, así como Cristo a su Iglesia.
¿Cómo conciliar los dos textos? Si los dos son contrarios, ¿a cuál de
los dos rechazamos, y a cuál retenemos? Pero es que no son contrarios.
Atienda vuestra caridad: Mientras tanto yo acepto los dos, y, en lo que
pueda, voy a demostrar que los dos están de acuerdo. Tú, quienquiera que
seas, inventas un creador de la carne y otro distinto del espíritu; y
¿qué vas a hacer de este texto: porque nadie odia jamás a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, así como Cristo a su Iglesia? ¿Es que la comparación no te asusta?, porque dice: la alimenta y la cuida, así como Cristo a su Iglesia.
Consideras a la carne una cadena, y ¿quién ama su propia cadena?
Consideras a la carne una cárcel, y ¿quién ama su propia cárcel? Porque nadie odia jamás a su propia carne. ¿Quién no va a odiar su propia cadena? ¿Quién no va a odiar su propio castigo? Y, sin embargo, nadie odia jamás a su propia carne, sino que la alimenta y la cuida, así como Cristo a su Iglesia. Pues tú que inventas un creador para la carne y otro para el espíritu, tienes que inventarte uno para la Iglesia y
otro para Cristo. Pero quien eso sabe, desvaría. Pues cada uno ama a su
propia carne, como dice el Apóstol, y cada uno corrobora este
testimonio con su propia experiencia. Por mejor domador que seas de la
carne, sea la gravedad que sea con que te inflames contra ella, ¡no sé
yo si no cerrarás los ojos cuando un golpe te amenace!
5. La mortificación de la carne libera al espíritu de sus esclavitudes. Hay, por tanto, una especie de maridaje entre el espíritu y la carne. ¿De dónde, entonces, la carne guerrea contra el espíritu, y el espíritu contra la carne?21 ¿De dónde ese castigo que viene desde la transmisión de la muerte? ¿Por qué el dicho: todos mueren en Adán?22, y ¿por qué dice el Apóstol: También nosotros éramos en un tiempo por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás?23
En efecto, aquel de quien hemos nacido y de quien hemos heredado lo que
tenemos que vencer, aceptó la sentencia de muerte, y por esto
guerreamos contra la carne hasta someterla y reducirla a la obediencia.
¿Es que odiamos, por eso, a la que estamos deseando que nos obedezca?
Cada uno en su casa, de ordinario, impone una disciplina a su mujer, y
procura atraerla cuando es rebelde, sin tenerla enemiga24.
Cuando corriges a tu hijo para que te obedezca, ¿acaso lo estás odiando
o lo consideras un enemigo? En fin, amas a tu siervo y lo castigas, y
al castigarlo lo haces sumiso. Sobre todo tienes el pensamiento bien
claro y completo del mismo Apóstol, que dice: Pues yo corro de esa
manera, no sin rumbo fijo; boxeo de esa manera, no dando golpes al aire;
nada de eso; yo castigo a mi cuerpo, y lo obligo a que me sirva, no sea
que después de predicar a otros me descalifiquen a mí25.
Por su condición mortal, la carne tiene una especie de querencias
terrenas contra las cuales se te ha concedido el derecho, la brida o
freno. Que te rija a ti el superior para que tú puedas regir al súbdito.
Por debajo de ti está tu carne, por encima de ti está tu Dios; cuando
tú quieres que tu carne te sirva a ti, quedas amonestado de cómo
conviene que tú sirvas a tu Dios. Tú te fijas en lo que está por debajo
de ti; fíjate también en lo que está por encima de ti. Tú no tienes
poderes sobre el inferior si no los recibes del superior. Tú eres siervo
y tienes un siervo, pero el Señor os tiene a los dos como servidores.
Tu servidor está más bajo la potestad de tu Señor que de la tuya. Puesto
que tú quieres que te obedezca tu carne, ¿es que puede obedecerte en
todo? En todo obedece a tu Señor, no en todo te obedece a ti. ¿Y cómo
así?, me dirás. Tú caminas, mueves los pies, y te sigue; pero ¿irá
contigo como tú quieres? De ti recibe la vida, pero ¿tanto como tú
quieres? ¿Es que estás malo cuando quieres?, y ¿estás sano cuando te da
la gana? En realidad el Señor te ejercita a menudo por medio de tu
servidor, para que, como has sido ofensor del Señor, merezcas ser
corregido por tu servidor.
Capítulo V: Conclusiones
6. La carne a veces debe ser refrenada también en las cosas lícitas.
¿Tú qué debes hacer? No permitir los placeres de la carne hasta lo
ilícito, y de vez en cuando moderarte en las cosas lícitas. Porque el
que no se mortifica en las cosas lícitas, está bien próximo a caer en
las ilícitas.
Por ejemplo, hermanos, el matrimonio es lícito, y es
ilícito el adulterio; y, sin embargo, los hombres que son morigerados,
para alejarse del adulterio ilícito, se contienen de vez en cuando del
uso lícito del matrimonio. La hartura es lícita, e ilícita la
borrachera; sin embargo, los hombres virtuosos, para apartarse más de
las torpezas de la borrachera, se moderan también de vez en cuando en el
uso de la bebida. Obremos nosotros, hermanos, del mismo modo; seamos
morigerados; y lo que hacemos sepamos por qué lo hacemos. Moderando los
placeres de la carne se adquiere el gozo del espíritu.
7. La eficacia de nuestro ayuno se apoya en la fe de Cristo.
Para nosotros, el fin de nuestros ayunos está en nuestro camino. ¿Cuál
es nuestro camino y a dónde vamos? Eso es lo que debemos considerar.
Porque también los paganos ayunan a veces, pero ellos no conocen la
patria adonde nosotros nos dirigimos. También los judíos ayunan de
cuando en cuando, y ellos tampoco han tomado el camino por el que
nosotros caminamos. Esto es igual al jinete que doma su caballo con el
que se extravía. Los herejes ayunan; yo veo de qué modo caminan, y me
pregunto: ¿a dónde caminan? Ayunáis para agradar ¿a quién? A Dios,
responden. ¿Creéis que El recibe vuestra ofrenda? Fíjate antes qué es lo
que dice: Deja tu ofrenda, y vete primero a reconciliarte con tu hermano26. ¿Es que gobiernas rectamente tus miembros, tú que desgarras los miembros de Cristo?27 Se oye entre gritos vuestra voz, dice el profeta; y apremiáis a los que son vuestros servidores, y los herís a puñetazos. No ayunéis como ahora, dice el Señor28.
Luego sería reprobado tu ayuno cuando te mostrases severo sin piedad
para con tu servidor, y ¿va a ser aprobado tu ayuno cuando no reconoces a
tu hermano? Yo no pregunto de qué alimentos te abstienes, sino qué
alimento amas. Dime qué alimento amas para que apruebe que tú te
abstienes de él. ¿Tú amas la justicia? Apasionadamente la amo,
respondes. Entonces, que se vea tu justicia. Porque creo que es justo
que tú sirvas al mayor para que el menor te sirva a ti. En efecto,
estamos hablando de la carne, que es menor que el espíritu, y que cuando
es domada y gobernada está sumisa. Obras con ella de modo que te
obedezca, y le controlas el alimento porque quieres que te esté sujeta a
ti. Reconoce al que es mayor, reconoce al que es superior, para que el
inferior te obedezca a ti justamente.
TERCERA PARTE: FINALIDAD DEL AYUNO: LA CONCORDIA Y LA UNIDAD
Capítulo VI: la concordia de los miembros del cuerpo, ejemplo de unidad
Y si tu carne te obedece, y tú no obedeces a tu Dios,
¿no te está condenando a ti, cuando ella te obedece? ¿Es que no está
dando testimonio contra ti al obedecerte a ti?
CUESTIÓN PRIMERA: El ayuno de los herejes está viciado por su separación de la Iglesia
8. Pero dirás: ¿y a qué superior debería obedecer? Tú te habías proclamado amante de la justicia, fíjate que Cristo dice: Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros29.
Escucha, pues, a tu Señor que da un mandamiento para que nos amemos
mutuamente. Como se haya hecho para sí, de todos nosotros como miembros,
un cuerpo que tiene como única cabeza al mismo Señor y Salvador, tú
contrariamente te desgarras de los miembros de Cristo, tú no amas la
unidad. ¿Tú no temerías esto en tus miembros? Si tuvieses un dedo
dislocado ¿no correrías al médico para arreglarte el dedo? Cierto que
entonces tu cuerpo está perfectamente, cuando hay armonía entre tus
miembros; entonces te dirías sano, entonces estás bien. Pero, si algo en
tu cuerpo discorda de los otros miembros, buscas quien lo corrija. ¿Por
qué entonces no procuras corregirte para reintegrarte en la unidad de
los miembros de Cristo, y hay acuerdo entre su cuerpo y el tuyo?30
¿De seguro que tus cabellos son más viles que los demás miembros? ¿Qué
hay más trivial en tu cuerpo que tus cabellos?, ¿más menospreciable?,
¿más banal?31 No obstante, cuando te cortan el pelo mal, te enojas contra el peluquero porque no ha igualado bien tu cabellera32
y ¿tú no mantienes la unidad en los miembros de Cristo? ¿Qué son
entonces y para qué sirven los ayunos? Tú consideras algo indigno que
todos los que creen en Dios le sirvan en la unidad; y, en cambio,
quieres conservar la unidad en tus miembros, en tu cuerpo, en tus
cabellos. Hablan tus entrañas, tus miembros dan contra ti un testimonio
verídico, ¿y tú das un testimonio falso contra los miembros de Cristo?
9. ¿Te has apartado del ayuno de los paganos?
Eso piensas tú, y, por eso, te crees muy seguro. Porque dices, yo ayuno
por Cristo; pero ellos lo hacen por los ídolos y los demonios. Te creo, y
realmente no niego que es diferente. Pero fíjate cómo tus miembros
daban testimonio contra ti poco antes, recordándotelo yo, para
advertirte cómo debías ser tú con los miembros de Cristo, tu Dios;
también los mismos paganos, de quienes distingues tu ayuno, te advierten
algo sobre la unidad de tu Cristo.
CUESTIÓN SEGUNDA: Los paganos dan una lección de unidad a los herejes
Capítulo VII: El culto a los ídolos une a los paganos
Observa cómo ellos sin división adoran a muchos
dioses falsos. ¿Es que nosotros reconocemos a un solo Dios verdadero
para que no estemos en unidad con el único Dios? Ellos tienen muchos
dioses, y son falsos. Nosotros uno solo, y es el Dios verdadero. Ellos
con muchos falsos no tienen división; nosotros con el único Dios
verdadero no tenemos unidad. ¿No te dueles, no gimes ni te avergüenzas?
Aún más: los paganos no sólo adoran muchos dioses falsos, sino que la
mayoría son contrarios y enemigos. Por ejemplo, citemos algunos de
ellos, ya que no podemos citarlos a todos. Hércules y Juno fueron
enemigos, porque ellos no fueron más que hombres. Él era hijastro, ella
madrastra; a los dos los paganos construyeron templos, tanto a Juno como
a Hércules. Lo adoran a él, y la adoran a ella; lo mismo van a Juno que
a Hércules; los dos enemistados entre sí, y los paganos están de
acuerdo en su culto. Vulcano y Marte son enemigos: Vulcano tiene la
razón, pero procura un juez que decida entre los dos. En efecto, el
infeliz lamenta el adulterio de su mujer; sin embargo, tampoco se atreve
a apartar a sus adoradores del templo de Marte, y los paganos adoran al
mismo tiempo a uno y a otra; y como ellos imitan a los dos, ellos
también pleitean: van del templo de Marte al templo de Vulcano. ¡Qué
vergüenza!, ni siquiera teme que se enfade su marido, porque vienen a él
desde el templo de Marte adúltero. Tienen corazón, ellos saben que una
piedra no puede sentir. Mira a los que adoran a muchos dioses falsos,
diferentes, contrarios; y, sin embargo, mantienen una cierta unidad en
sus cultos. Mira también que los mismos paganos, de quienes has apartado
tus ayunos, dan testimonio contra ti. Por tanto, hermano, ven a la
unidad. Adoramos a un solo Dios. Nunca jamás hemos visto pleiteando al
Padre y al Hijo33.
¡Que no se enfaden contra mí los paganos porque he dicho tales cosas de
sus dioses! En efecto, ¿por qué se van a enfadar por mis palabras, y no
más bien por sus escritos? Primero, ¡que los borren, si pueden; mejor
aún, si quieren! ¡Que los gramáticos no desplieguen sus velas para
enseñarlos! ¡Se enfada contra mí porque digo esto a aquel que paga para
que su hijo las aprenda!
CUESTIÓN TERCERA: La desunión de los cristianos es un obstáculo para la conversión de los paganos
Capítulo VIII: La unión es vida, la desunión es muerte
10. Carísimos, así son o, mejor, han sido las
divinidades paganas. Y, porque ellos no quisieron abandonarlas, han sido
abandonados por ellas. Y muchos las han abandonado, y todavía las
abandonan y derriban sus templos en sus corazones. Pero nosotros debemos
alegrarnos, porque vienen a la unidad, y no a la división. ¡Que un
pagano no encuentre motivo para que no quiera ser cristiano! Vivamos
concordes, hermanos, los que adoramos a un solo Dios, para en cierto
modo exhortarles también con nuestra concordia a que abandonen la
multitud de sus dioses, para que vengan a la paz y a la unidad adorando
al único Dios. Y si tal vez se molestan, y nos injurian falsamente,
porque nosotros los cristianos no mantenemos la unidad, y por ello son
tardos y perezosos para llegarse a la salvación, los interpelaré también
a ellos, y les diré lo que vosotros debéis decirles. Que ellos no
antepongan contra nosotros su pretendida concordia, que no se complazcan
de su engañosa unidad. Cierto que ellos no tienen un enemigo que
nosotros tenemos, porque él los esclaviza y sin oposición34.
El los ve adoradores de los falsos dioses, los ve como esclavos y
esclavos de los demonios, ¿qué interés va a tener en que riñan, o qué
daño le va a venir porque no riñan? Y él los posee de este modo,
haciéndoles sentir y estar de acuerdo en la unidad, aunque falsa y
quimérica. Pero, en cuanto fuese abandonado, y muchos acuden al único
Dios, renunciarían a sus sacramentos sacrílegos, destruirían los
templos, aniquilarían los ídolos, prohibirían los sacrificios. Él ve que
ha perdido a los que poseía, ve que se le han ido de su familia; que
han reconocido al verdadero Dios.
¿Qué es lo que haría?, ¿cómo tramaría
asechanzas? Él sabe que no podría poseernos estando unidos; él no puede
dividir entre nosotros al único Dios, tampoco puede suplantarnos dioses
falsos. El comprende que nuestra vida es la caridad, y nuestra muerte la
disensión; entonces ha metido disputas entre los cristianos, ya que no
ha podido inventar para los cristianos muchos dioses; ha multiplicado
las sectas, ha sembrado errores, ha fundado herejías. Pero todo cuanto
ha hecho, lo ha hecho de la paja en la era del Señor. Aquí está nuestra
seguridad, pese a su rabia, pese a sus insidias, y aunque siembre
divisiones diversas entre los cristianos, si nosotros reconocemos a
nuestro Dios, si nosotros nos mantenemos en concordia, si guardamos la
fe, estamos seguros. Hermanos, el trigo o no se va de la era o vuelve;
la ventolera de la tentación avenía algunos para indicarnos no el camino
de la perdición, sino la tarea de la prueba35.
A veces no se lleva la paja, pero al final ciertamente será aventada, y
toda la paja no va sino al fuego. Entonces debemos preocuparnos,
hermanos míos, mientras hay tiempo, con todas las fuerzas, con cuanto
celo podamos, de que, si es posible, la paja vuelva a la era, sin que
perezca el trigo. Aquí es probada nuestra caridad, se nos propone la
gran obra de nuestra vida. Nosotros no descubriríamos cuánto amamos a
los hermanos si nadie estuviera en peligro; no aparecería cuán grande es
el amor de nuestra investigación si nada encerrase el abismo de la
perdición.
CUESTIÓN CUARTA: Hay que atraer a los herejes a la unidad
Capítulo IX: El amor gana y une
11. Trabajemos, hermanos, sin desfallecer con
todo el esfuerzo, con todo el sudor, con afecto poderoso hacia Dios,
hacia ellos, entre nosotros, para que, queriendo olvidar su antiguo
conflicto, no levantemos entre nosotros nuevas riñas; y, sobre todo,
seamos muy cautos entre nosotros mismos para mantener muy firme el amor.
Ellos se pasmaron con sus iniquidades; ¿cómo tú vas a descongelar en
ellos el hielo de la iniquidad, si no estás ardiendo con la llama de la
caridad? No nos preocupemos de parecerles molestos, instándolos;
fijémonos adonde, y estemos seguros, porque ¿es, acaso, a la muerte
adonde vamos, o más bien, lejos de la muerte? Por todos los medios
posibles, pero con modestia, examinemos del todo las viejas heridas; y
seamos cautos para que no perezca entre las manos del médico el que es
curado. ¿Es que nos vamos a preocupar porque llora el niño que es
llevado a la escuela? ¿Nos vamos a inquietar porque rechaza la mano del
médico que le opera?
Los Apóstoles fueron pescadores, y el Señor les dijo: Os haré pescadores de hombres36.
Pero por medio del profeta se dice que Dios iba a enviar primero
pescadores, después cazadores. En primer lugar envió pescadores, después
cazadores37.
¿Por qué pescadores, por qué cazadores? Los creyentes fueron pescados
con las redes de la fe del abismo y de lo profundo del mar de la
superstición y de la idolatría. Pero los cazadores, ¿cuándo han sido
enviados? Cuando los herejes andan vagando por montes y collados38,
es decir, por las soberbias e hinchazones de las tierras. Un monte es
Donato, y otro es Arrio; monte es Fotino, y monte es también Novato;
andaban errantes por esos montes, y sus errores tenían necesidad de
cazadores. De ahí el que fueran distribuidos los oficios de pescadores y
de cazadores para que estos errantes no puedan decirnos: ¿por qué los
Apóstoles no han obligado a nadie, no han impelido a nadie? Porque es
pescador, echa las redes al mar y recoge lo que pesca. En cambio, el
cazador rodea los bosques, ojea los zarzales y, espantando por todas
partes, obliga a entrar en las redes. Que no se vaya por aquí ni se vaya
por allá; córrela desde allí, abátela desde allí, espántala desde allí,
que no escape, que no huya. Pero las redes son nuestra vida; únicamente
queda la caridad. No te fijes en que eres importuno, sino en cuánto tú
lo amas. ¿Qué clase de amor es ése, si tú no eres celoso, y él muere?
CUESTIÓN QUINTA: El celo perseverante para convertir a los herejes
Capítulo X: Comparación familiar
12. Hermanos, considerad también la siguiente
comparación y semejanza, porque una misma cosa puede tener muchas
analogías. Los hombres nacen con esa condición: que cada uno quiere que
le sucedan los propios hijos; y no hay nadie que no desee y espere en su
casa este orden, que los padres ceden y los hijos suceden.
Supongamos que un padre anciano cae enfermo. No me
refiero al padre que tiene un hijo consigo, a quien nombra su heredero,
porque lo quiere por sucesor y a quien él ha engendrado para eso, para
que, cuando haya muerto, él viva. Tampoco me refiero cuando el padre
anciano cae enfermo, para irse; próximo ya a morir, como ya lo pide el
orden de la naturaleza, que ya no tiene más que esperar. Supongamos,
digo, cuando está enfermo, y allí presente lo atiende con cariño su
hijo; y el médico ve que está vencido por un sueño mortal y
peligrosísimo; se queda resignado en que va a morir su viejo, por los
pocos días que así puede vivir; el hijo está allí al pie, y asiste
solícito a su padre, cuando le ha oído decir al médico: este hombre
puede entrar en un profundo letargo, y por eso puede morir si se le deja
que duerma. Si queréis que viva, que no duerma, ese sueño que le vence
es dañino y a la vez dulce. El hijo entonces, advertido por el médico,
está allí solícito, molestando al padre lo espabila, y si esas caricias
no bastan, lo pellizca, y si no le hace nada, lo pincha. Ciertamente que
el hijo es molesto para el padre, pero, si no fuese molesto, sería
impío. El padre, a quien ya le agrada morir, refunfuña con semblante
triste y voz suplicante al hijo que le molesta: déjame ya en paz, ¿por
qué me molestas? El médico dice que, si te duermes, te vas a morir. Y él
replica: déjame, quiero morirme. El viejo dice: quiero morir; y el hijo
es un impío si no le contesta: yo no. Y esta vida es ante todo
temporal, ni va a ser perpetuo en ella el padre, a quien el hijo es
molesto, para que espabile; ni el hijo, que va a suceder al padre que se
va y está para morir. Los dos peregrinan por ella, los dos pasan
volando temporalmente por ella; y, sin embargo, son unos impíos si no se
preocupan de su misma vida temporal, aun cuando los dos se molestan
mutuamente. Es decir, que si yo estoy viendo que un hermano mío está
vencido por el sueño de una costumbre perniciosa, ¿no lo tengo que
espabilar por temor a molestar al que duerme y va a perecer? Lejos de mí
hacer tal cosa, incluso si, viviendo él, se disminuyera nuestra
herencia. Ahora bien, como lo que vamos a recibir no puede dividirse, al
no poder disminuir por la multitud de los herederos, ¿no le voy a
levantar, mal que le pese, para que esté en vela, y, libre del sueño de
la vetustísima costumbre, se alegre conmigo en la herencia de la unidad?
Sí, yo lo haré; si estoy despierto, yo lo haré; si no lo hago, también
yo estoy dormido.
CONCLUSIÓN: Los herejes despedazan la Iglesia
Capítulo XI: Nuestra herencia es común e indivisible
13. Carísimos, el Señor, hablando a las turbas, fue interpelado por uno del público, que le dice: Señor, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. Y el Señor le responde: Hombre, ¿quién me ha nombrado repartidor de la herencia entre vosotros?39
No, a bien seguro que El no rehusaba reprimir la codicia, sino que no
quería constituirse en juez por un reparto. En cuanto a nosotros,
queridos, no invoquemos al Señor como juez de tales cosas, porque no es
así nuestra herencia; nosotros interpelamos al Señor con la frente pura,
con buena conciencia, y que cada uno de nosotros le diga: Señor, dile a
mi hermano, no que divida, sino que posea conmigo la herencia. En
efecto, ¿qué es lo que tú quieres dividir, hermano? Porque lo que el
Señor nos ha dejado no puede dividirse. ¿Es oro para presentar una
balanza de reparto? ¿Es plata, es dinero, son esclavos, son animales,
árboles, campos?
Todo esto puede ser dividido. No puede dividirse: la paz os dejo, mi paz os doy40.
Finalmente, hasta en las mismas herencias terrenas el reparto hace
menor la hacienda. Supón a dos hermanos de un mismo padre: cuanto tiene
el padre es de los dos, todo de uno y todo también del otro. Así pues,
si le preguntas a cualquiera de los dos por sus cosas, te responderá:
por ejemplo, ¿de quién es aquel caballo? Y si se lo preguntas a
cualquiera de ellos: es nuestro, responde. ¿De quién es ese campo, aquel
esclavo? A todo responderá: es nuestro. Pero si lo dividen, ya
responderá otra cosa. ¿De quién es aquel caballo? Mío. ¿De quién es ése?
De mi hermano. Ved lo que te ha hecho la división. No has adquirido
uno, sino que has perdido uno. Luego si nosotros vamos a tener también
una herencia tal que puede dividirse, nosotros no deberíamos dividir las
riquezas para que no disminuyan las nuestras. Y, por cierto, nada tan
importuno para los hijos como querer dividirlo todo, viviendo el padre.
Finalmente, si maniobran para hacerlo, si se empeñan en pleitos y riñas
para reclamar cada uno para sí su parte, el buen viejo exclama: ¿Qué es
lo que hacéis? Todavía estoy vivo. Esperad un poco a mi muerte, y
entonces repartid mi casa. Pero nosotros tenemos a Dios por Padre, ¿por
qué vamos a dividir?, ¿para qué pleitear? Sí, esperemos; y, si es que
llegare a morir, entonces dividamos.
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Verdaderamente,
la Naturaleza y la Gracia fueron generosas con San Agustín, el Águila
de Hipona. He aquí algunos juicios sobre su inigualable personalidad y
su maravilloso influjo en la cultura universal.
San Buenaventura dijo:
"Nadie ha dado más satisfactorias respuestas a los problemas de Dios y
del alma que San Agustín".
Harnack le compara a "un árbol plantado en
las márgenes de las aguas vivas, cuyas hojas jamás se marchitan y en
cuyo ramaje anidan las aves del cielo".
Vives: " ¡ Cuán santo varón,
cuán docto escritor, Dios mío, es San Agustín, gloria y sostén de la
República cristiana!".
W. Dilthey: "Es el más profundo pensador entre
todos los escritores del mundo antiguo". Y, para terminar,
Gatry
afirmaba de él: "Es el Platón de la filosofía del mundo moderno, y
quizá, el genio metafísico más profundo y más portentoso que han visto
los tiempos".
"Por ello bien pudo Carlomagno exclamar en un momento de reflexión sobre San Agustín: " "¡Ah si tuviese en torno mío doce sabios como Agustín!". Y el sabio Alcuino, que estaba a su lado. replicó: "El Criador del cielo y de la tierra no hizo otro semejante a él. ¿Y tú quieres una docena? " .
"Por ello bien pudo Carlomagno exclamar en un momento de reflexión sobre San Agustín: " "¡Ah si tuviese en torno mío doce sabios como Agustín!". Y el sabio Alcuino, que estaba a su lado. replicó: "El Criador del cielo y de la tierra no hizo otro semejante a él. ¿Y tú quieres una docena? " .
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